Mi vida ha sido una continua búsqueda hacia un lugar desconocido, un torbellino de emociones y de curiosidad por conocer y experimentar lo inexplicable e intangible del misterio de la vida.
Me debatía entre dos realidades: un conflicto entre lo material y lo espiritual como algo separado; en donde la búsqueda de éxito material y social como son: el dinero, estatus, reconocimiento, familia, hijos; eran lo esencial para mi realización personal en ese entonces. Por otra parte, sentía un llamado del mundo espiritual para conectar con algo trascendental que me llenaba de paz pero que no comprendía. Este dilema existencial me llevó a sentirme dividida en dos por varios años.
Ante ese conflicto, mi mayor necesidad era encontrar un propósito de vida más elevado que fuese más allá de lo físico. Experimentaba una conexión hacia algo indescriptible que desconocía y no contaba con alguna persona que me guiara ni a dónde acudir para encontrar respuestas. Eso comenzó a mis 18 años cuando entraba a la Universidad; y empecé a callar mi voz interior a esa necesidad por un largo tiempo al dejarme absorber por los valores del mundo material con muchos logros.
Sin embargo, a medida que avanzaba en años la sensación de vacío regresó, con un efecto de soledad interna y no le encontraba un sentido a la vida a pesar de contar con un desempeño profesional académico muy reconocido, familia, hijos, viajes, propiedades, entre otros. Y es cuando, comienzo a comprender que todo lo que me sucedía respondía a un “llamado espiritual” desde mi plan de alma, una invitación a conocerme desde adentro, a reconectar con mi esencia y a buscar respuestas más profundas desde mi Yo Superior.
Desde entonces, mi vida ha sido un proceso de alquimia del alma para alinearme con mi misión de vida y servir como canal para despertar a otros al mundo espiritual y que aprendan a fluir en el mundo material con los valores más profundo esenciales como son el amor, la gratitud, la paz y la alegría. En otras palabras, bajar el cielo a la tierra para vivir una vida plena en ambos mundos, desde nuestra verdad, autenticidad que nos hace únicos, integrando el mundo material y espiritual, la esencia femenina y la esencia masculina para alinearnos al corazón y conectar con el alma.
Por lo anteriormente expuesto, la trayectoria de mi vida la he separado en dos etapas.
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